martes, 22 de septiembre de 2015

reencuentros

Cumplí años, 38.
Me encanta festejarlo, me encanta que mi casa se llene de gente, que todos hablemos al mismo tiempo, que se mezclen grupos de distintas etapas, con distintos gustos, que compartamos el almuerzo,  que los hijos estén revoloteando, que hagan lío y que nosotros no nos demos cuenta, que suenen risas, que haya que salir corriendo porque no alcanzó el pan.

Me gusta pasarme los días previos preparando ricas tortas para el mate de sobremesa, menjunjes para la picada, me gustan los sanguchitos de carne que prepara Tonio.
Me gusta que arranque al mediodía y termine ya entrada la nochecita.
No tengo rollo con la edad, no tengo rollo con el paso del tiempo, miro mis fotos y no me las creo, no me creo ese cuerpo avejentado, descuidado, las arruguitas.

“Yo me siento dos talles menos y 15 años más joven, pero avisen cuando me pongo ropa que me queda mal" - Le dije a mi tía y nos reímos mucho.
Hace unos días tuve un hermoso reencuentro, así como la red social Facebook me había traído un pescado putrefacto, una solicitud de amistad bizarra, un “me gusta” cargado de locura e ironía, también me trajo a una persona que significó mucho para mí y que por estúpida dejé de ver.
El 5 de septiembre mi teléfono de línea sonó, una vocecita de mujer desde el otro lado, mencionaba mi nombre, pensé que me querían vender algo, ni por un segundo imaginé que la que hablaba era ella, Noelia.
Con Noe fuimos inseparables desde el primer día del secundario, nos hicimos amigas “culo y calzón”, de esas que padecen simbiosis, que no pueden pasar un día lejos de la otra.
Salidas a bailar, mil anécdotas divertidas vuelven a mi mente, la ropa que usábamos, los pasitos de baile que practicábamos en la semana, los sábados desde la mañana abocadas a los preparativos para salir a la tardecita por los boliches de Témperley.
Su familia me acogió como una hija más, no les quedó más remedio, nosotras no pedimos permiso para ser inseparables.

Tres hermanas, padre y madre, los más generosos que conocí, “la casa es chiquita pero el corazón es grande” es la frase que mejor los describe, los domingos esa mesita plegable se colmaba de gente, de risas, del “salud” como venia para comenzar a comer.
Su padre fiscalizaba la ropa elegida para salir:

“Te parece Noelita?
"Esa pollera es muy corta"
"Los labios rojos mejor no”

Noe tenía unas curvas tremendas, una nena con cuerpo de bomba sexi, su padre, con tono amoroso intentaba no ser duro, pero sí firme.
Cuando pienso en él viene  a mi mente su cara colorada por la risa contenida, los ojos llorosos por evitar la carcajada y el sonido de una risita ahogada.
Su mamá estaba siempre presente, ella también se reía, el sonido estaba mezclado con una tos de fumadora.

Siempre tenía en su mesita de luz dos cigarrillos Jockey Club. Nuestro primer pucho fue uno de esos, lo fumamos en la ventana de su cuarto, mirando desde el piso trece lo enorme del mundo, creyéndonos las más vivas del planeta.

La hermana mayor fue víctima de nuestras preguntas sobre sexo. Tuvo que enojarse con nosotras más de una vez, alguna más grave que otra.

No era mucho más grande que nosotras y sin embargo tenía una madurez y sabiduría que guiaba nuestro camino generándonos un buen criterio sobre algunas cosas.
También supo ser dura cuando nos mandamos una gran macana y eso nos ayudó a no volver a ser tan taradas.

La más chiquita era brava, no interactuábamos mucho con ella, a esa edad, dos o tres años menos se notan.
Era muy cercana al papá, recuerdo las historias que la mamá contaba sobre las travesuras que hacía.
Hace unos cuatro años la encontré de casualidad y le di mi teléfono, pero no quedamos en nada, ahora Noelia me cuenta que la noche anterior a llamarme estuvo revolviendo toda la casa buscando ese papelito que le había dado su hermana.

En un grupo de facebook nuestros nombres se toparon "festejo por los 20 años de egresados", a ella le pareció que nuestra amistad se merecía más que un reencuentro en ese marco y me llamó. 

Qué suerte que lo pensó así. 

Tan apegadas estábamos que hasta nos pusimos de novias con hermanos, así seguimos juntas un tiempo más.
Esos hermanos comenzaron a llevarse mal, mi noviazgo terminó y decidí que debía cortar por completo la relación con los miembros de esa familia para poder seguir adelante con mi vida, entre ellos estaba Noe. 

Al año ella también se separó.

 Ninguna de las dos nos buscamos.

“De puro boludas, no hubo nada en particular que motivara nuestra separación” dice ahora ella y es cierto.

Dos horas hablando por teléfono, en mi casa me miraban sin entender, había dejado todo por la mitad, estaba tirada en el sillón charlando con alguien que no conocían, nombrando gente extraña, conmovida, feliz.

El haber pertenecido a su familia en esos años significó mucho en mi adolescencia, venía de una familia totalmente disfuncional y ellos fueron una referencia, un modelo, me sentí contenida.

Mi abuela le decía “mi nietita favorita” y la quería mucho, cuando se murió las dos nos quedamos huérfanas de abuela.

Al despedirnos prometimos no quedar solo en el llamado, decidimos que los años distanciadas solo habían sido unos días y que ahora el contacto se retomaba nuevamente.

“El 14 voy a tu cumple, te parece?”

"Me parece una excelente idea", le respondí.

Ese domingo cuando sonó el timbre fui bailoteando a abrir la puerta, allí estaba, nos fundimos en un abrazo sin tiempo, sin grieta, las dos volvimos a ser quinceañeras, nos confesamos la ansiedad que el encuentro nos había producido, sin poder dormir el día anterior, nos mirábamos incrédulas, parecidas, con estilos similares, cercanas en costumbres, en ideas, tuvimos que romper la simbiosis para crecer, para poder tener identidades propias.

Tuvieron que pasar 18 años para volver a vernos y darnos cuenta que nuestras vidas siguen siendo compatibles.

jueves, 10 de septiembre de 2015

el padre

Recordé a mi padre.
Recordé que cuando salíamos a pasear, nos hacía llamarlo tío.
Recordé sus ojos verdes llenos de pequeñas iras rojas.
Recordé su amor por las palomas y el desamor hacia sus hijas.
Recordé el miedo que le tenía.
Olvidé el tono de su voz.
Olvidé la presión de sus abrazos.
Olvidé.
Lo olvidé.
Nuevamente, lo olvidé.